A la altura del paralelo 42 y en el preciso lugar en donde la Cordillera de los Andes cede frente a la inmensidad de la estepa, se halla un sinfín de vías muertas en donde descansan un centenar de locomotoras y vagones de un tren a vapor único en el mundo. Una nueva aventura de la familia que viaja por la Patagonia, con ustedes…. una nueva aventura de Libros de Viaje.
Desde la ruta se alcanza a ver un puñado de hierros retorcidos y oxidados de un color rojizo que se intensifica con la luz del sol. No se distingue bien de qué se trata hasta que uno se acerca por el otro lado, a las vías de la trocha súper económica de 75 cm. de “La Trochita” y ve una larga fila de vagones y locomotoras que descansan arrumbados en las cercanías del pueblo.
Este tren a vapor de 1922 sigue en funcionamiento gracias al trabajo y el espíritu de los propios ferroviarios que lo mantienen rodando por las vías patagónicas en su estado original. Muy cerca de los talleres generales del ramal, hay un gran cementerio de locomotoras, tándems, vagones y plataformas que proveen de piezas extintas a las formaciones que aún siguen en movimiento.
Caminar por las inmediaciones es toda una experiencia. Se puede observar el interior de la caldera de una locomotora a vapor de 45 toneladas y aguzando el oído, incluso sentir el ulular del fuego. Junto a las bielas de las ruedas motrices, asoman los caños de escape por donde escurría el sobrante de agua y vapor de los pistones.
Detrás de cada máquina hay un tándem, un vagón de forma rectangular que cargaba 4.500 litros de fuel oil y 10.000 litros de agua que alimentaban la caldera con una autonomía de tan sólo 40 kilómetros. El intenso olor a petróleo da cuenta de lo primitivo del combustible que se utilizaba en aquellos tiempos.
Las cabinas carecen de todas sus insignias, relojes, manijas, perillas, asientos y ventanillas. Parte de estos elementos lograron ser salvados para exponerse en alguno de los dos museos que evocan la historia de este ramal; otros fueron retirados por coleccionistas inescrupulosos para guardarlos fuera de la vista de los curiosos.
Lo único que queda son los fierros que pesan varias toneladas y son difíciles de transportar. De todas formas, es posible treparse a las locomotoras para observar cada centímetro de su coraza, acariciar los bulones gastados, sentarse sobre el domo de vapor que corona la caldera y mirar dentro de la vieja chimenea hacia las entrañas de la bestia.
Una gran cantidad de vagones unidos entre sí, permiten caminar por encima de ellos sin tocar el suelo. Los hay de todas las formas, colores y variantes; plataformas para el transporte de mercaderías pesadas, jaulas para el ganado, tanques para agua o combustibles y furgones cerrados con techo. El tiempo dejó su impronta en las maderas desgastando los tonos originales y unificando la identidad entre todos ellos.
Aquí la historia está de parabienes y se jacta de mostrarse en todo su esplendor, mediante los hierros fríos que cuentan historias de vida, viajes, esperanzas, aventuras y el crecimiento de una Patagonia que fue abriéndose camino a través del tiempo.
Google Map: -42.05, -71.16
Lugar: El Maitén / provincia de Chubut.
Fuente y más info: librosdeviaje.com.ar