Visitado por ilustres navegantes como Hernando de Magallanes, Sarmiento de Gamboa o el corsario inglés Thomas Cavendish, el extremo sur del continente americano, guarda un sinfín de historias fabulosas capaces de sorprender hasta al más escéptico. Una nueva aventura de la familia que viaja por la Patagonia, con ustedes…. una nueva aventura de Libros de Viaje.
Hacía rato ya que circulábamos por la ruta 40 sobre un ripio saturado de pozos que obligaba a viajar a paso de hombre, cuando de repente un helicóptero remontó vuelo de la nada en medio de la estepa, ganó algo de altura y en un instante se precipitó a tierra frente a nosotros sin que podamos hacer nada más que esperar el impacto y la nube de humo elevándose hacia el cielo azul del horizonte.
Los segundos pasaron, la camioneta siguió avanzando y no hubo señales que indicaran la suerte de aquel aparato. De pronto, una curva que tuerce el rumbo del camino y se eleva sobre una colina, nos entregó una majestuosa vista de final del océano atlántico y a la distancia, el helicóptero alejándose hacia las bases petroleras instaladas en la boca del estrecho de Magallanes, aquel que 500 años antes, viera por primera vez una carabela con sus velas infladas por el viento. El mismo viento que más tarde nos enteraríamos, obliga a estos avezados pilotos a volar bien pegaditos al suelo cada vez que despegan de las bases instaladas en tierra firme.
Desde lo alto de la colina el camino se bifurca en dos direcciones. Una alternativa es mantenerse sobre el acantilado a 50 metros sobre la superficie del mar, hasta arribar a la base misma del faro Cabo Vírgenes, de 26 metros de altura, con una luz que alcanza a iluminar a 44 kilómetros y que funciona desde 1904. Aquí también está plantado el mojón del kilómetro 0 de la ruta 40, todo un símbolo de la Patagonia y la ruta más larga de Argentina.
La emoción que se siente es tan intensa como la energía que fluye de este lugar. A escasos 3 kilómetros, por el otro camino que baja hacia la playa de pedregullo habitada por una gran colonia de Pingüinos de Magallanes, se encuentra el sitio exacto en donde Pedro Sarmiento de Gamboa fundara la Ciudad del Nombre de Jesús, con 338 pobladores junto al estrecho que une los dos océanos.
Pero las condiciones de vida eran tan desfavorables, sin agua potable, sin comida y asediados constantemente por vientos húmedos y fríos, que una comitiva partió hacia el oeste en busca de un terreno más propicio para asentarse. La historia de aquella titánica aventura sería relatada por el único sobreviviente, Tomé Hernández, luego de ser rescatado por el pirata inglés Thomas Cavendish. Hoy en aquel sitio desolado, se puede visitar el cementerio conformado por unas pocas cruces de madera entremezcladas con las plantas achaparradas de la estepa, cerca del hito rojo que demarca la frontera con nuestro vecino país Chile.
La historia más reciente se cruza con un personaje legendario de estas tierras; Conrado Asselborn. Este “ermitaño de Cabo Vírgenes”, como lo llamaron los medios gráficos cuando lo descubrieron, llegó en busca de oro y se quedó para siempre en un precario ranchito levantado con sus propias manos. Arnulfo Basanta, un prestigioso escritor de Río Gallegos, solía visitarlo para jugar al ajedrez por largas horas y conversar con este extraño personaje al cual logró extraerle una gran cantidad de anécdotas, que tuve el privilegio de escuchar en primera persona en su propia casa mientras devorábamos un guanaco asado.
En definitiva, en el extremo sur del continente, en esa punta llamada Cabo Vírgenes en honor al día de su descubrimiento el 21 de octubre de 1521, día de las Once Mil Vírgenes, se escuchan historias legendarias de marinos, corsarios, excéntricos buscadores de aventuras y arriesgados pilotos petroleros, susurradas por el viento desde la infinidad del vasto océano atlántico.
Google Map: -52.33, -68.35
Lugar: Cabo Vírgenes / provincia de Santa Cruz.
Fuente y más info: librosdeviaje.com.ar