«lo que no te mata te hace más fuerte»
¡De Villa Pehuenia nos fuimos fortalecidos!
Salimos del camping municipal de Villa Pehuenia cerca de las 15 hs. Mi viejo me había recomendado que conociéramos el «Paso del Arco», un antiguo paso a Chile, que en la actualidad se encuentra cerrado y que tiene un paisaje de Araucarias que vale la pena.
Algunos caminos seguían con nieve. En cuanto tomamos el desvío, notamos que ese camino no era muy transitado. Aproximadamente un kilómetro después, con la Casa Rodante a cuestas, decidimos que el camino no estaba en condiciones para que siguiéramos. Había nieve, hielo y pendientes pronunciadas.
Decidimos pegar la vuelta. Maniobramos con cuidado para girar 180 grados. El ancho del camino era justo el mismo que el largo de la camioneta y la casa rodante, por lo que puse la doble tracción para treparme un poco a la banquina que estaba llena de nieve y tierra y seguí maniobrando. Hasta que de pronto escuché un golpe fuerte, pensé que se había «zafado» la doble tracción.
Cuando terminamos de girar me dí cuenta que el volante apuntaba para cualquier lado! Chan!
Me baje, miré lo que pude. El chapón tapaba casi todas las barras de dirección. Antes de salir de San Martín de los Andes había ayudado a mi hermano José a cambiarle las barras de dirección de su Cherokee y estaba algo familiarizado con el tema. Igualmente, no vi nada raro. Con cuidado decidimos seguir.
Pocos kilómetros después, la dirección se sentía rara, blanda. El camino comenzó a bordear el Río Litrán y se torno sinuoso y alto. Entonces decidí que frenáramos para volver a mirar. Abrí el capó. Ine empezó a mover el volante y noté que algo que no debía moverse, se movía! En ese momento no tenía idea de qué se trataba. Era nada menos que la caja de dirección.
Desconecté la Casa Rodante de la camioneta y le dije a Ine que pegue la vuelta.
En medio de esa maniobra, después de unos ruidos metálicos fuertes, nos quedamos totalmente sin dirección. Se habían cortado los 3 bulones que sostienen la caja de dirección junto al chasis. Entonces, con la caja suelta, cuando uno maniobra, en vez de mover las barras de dirección se mueve la caja y las ruedas quedan totalmente inmóviles.
Sin amargarnos demasiado, pese a que la avería parecía grave, empezamos a pensar cómo resolver el problema. Estábamos sin señal y ninguna de las opciones que se nos ocurrían me dejaba muy conforme.
Podíamos hacer dedo los 3 y dejar a la camioneta y la casa rodante allí, en el camino. Podía irme yo solo, pero tampoco me gustaba dejarla a Ine con Teo sola allí. Por último, podía irse Ine sola pero tampoco me parecía bien!
Noté que a unos cientos de metros había una casa. Caminé y resultó ser un puesto de Corfone. Hablé con un señor allí, pero él tampoco tenía señal.
Volví al auto. Mientras terminábamos de definir que la mejor opción era, sin duda, que yo me fuera solo a Villa Pehuenia a conseguir auxilio, una camioneta frenó. Era una familia completa. Nos preguntaron qué había pasado y si necesitábamos ayuda. Se ofrecieron para llevarnos a Villa Pehuenia pese a estar yendo en la dirección contraria.
Sin dudarlo, se bajaron a ver qué había pasado y a darnos una mano.
Tres horas más tarde, esta linda familia seguía con nosotros. Quique, el padre de familia, se engrasó hasta los codos conmigo debajo de «La Bestia» (nuestra Cherokee).
Ine tomó mates con Dani, la mujer de Quique y con Celeste y Sebastián sus hijos. Nos contaron toda su vida y se enteraron de toda la nuestra. Fue un muy lindo momento!
No alcanzan las palabras para expresar lo agradecidos que estamos con la generosidad de esta familia, nos dieron gran parte de su día, sin que les importara tener varias horas de viaje por delante. Se tomaron nuestro problema como si fuera suyo. Dieron todo por resolverlo.
Finalmente, ataron nuestra camioneta y nos acercaron a un puesto cerca de Villa Pehuenia. Luego volvieron por la Casa Rodante.
Debo admitir, que a la hora de despedirnos, la generosidad de esta gente me llenó el cuerpo de emoción, la cual logré ocultar. Sucede que luego de estar tres horas intentando fijar una caja de dirección engrasado hasta los codos, lo que menos quiere uno es que se le piante un lagrimón… cosa de hombres!
Nos despedimos con la promesa de volver a vernos. Una promesa que por suerte ya se cumplió. Sospecho que se generó un vínculo que perdurará en el tiempo. No obstante seguimos y seguiremos siempre en deuda con esta gente que nos brindó su tiempo y su contención.
Sin tiempo de descansar, me fui a dedo a Villa Pehuenia. Estábamos a 15 kilómetros y me levantó el primer auto que pasó!
Llegué al pueblo y hablé con mi Viejo, ya que nos íbamos a encontrar por la zona de Andacollo, Lagunas de Epu Lauquen y Varvarco con ellos. Les conté lo sucedido y sin dudarlo modificaron su plan de viaje para vernos, acompañarnos y asistirnos en Villa Pehuenia.
Me fui a hablar con el mecánico, Quito, y le conté lo que me había pasado. Quedamos que al día siguiente me agarraba el auto, pese a ser sábado. Me preguntaron dónde estábamos y les conté que a 15 kilómetros del pueblo. Nuevamente la generosidad de la gente se presentó ante nosotros y su mujer me alcanzó hasta la casita rodante, ya que en ese horario nadie me iba a levantar. Ine y Teo me estaban esperando con una torta recién hecha!
El día siguiente mis viejos llegaron cerca del mediodía. Traían, por las dudas, una caja de dirección usada de repuesto, una de esas cosas típicas que podes encontrar en el taller de cualquier casa! Además trajeron bulones como los que se habían cortado.
Quito, el mecánico, fue también nuestro remolque. Una vez en su taller, se puso manos a la obra. Los primeros dos bulones salieron fácil. Los pudo agarrar con una pinza de fuerza y «simplemente» los desatornilló. El tercero estaba trabado. Lo intentamos todo… digo intentamos porque pasé horas junto a él, iluminando donde necesitaba y reemplazándolo con el taladro cuando él ya no podía más. Fueron 3 días de trabajo sacar ese maldito bulón. El domingo hasta las 12 de la noche, y el lunes hasta la 1 de la mañana! El martes por fin pudo fijar con los bulones nuevos la caja de dirección!
Las buenas noticias terminaron allí. El CHASIS estaba roto! No solo roto, sino bastante roto! Cuándo movían el volante con la caja de dirección fijada en su lugar, el brazo delantero izquierdo del chasis se abría y cerraba como si fuera un músculo! Cuándo lo ví, lo primero que pensé fue que ¡estábamos fritos! Era demasiado temprano en el viaje para tener un problema tan grande.
Enseguida contactamos a Román, el soldador del pueblo, a quien, curiosamente, ya habíamos contactado dos veces antes! La primera por la baranda de Teo, que soldada por un amateur como yo, se des-soldó y la segunda, por un detalle que preferimos reforzar del trailer.
Se acercaron al taller de Quito, vieron el problema, y decidieron arreglarlo en ese mismo momento y en ese mismo lugar gracias a la buena onda de Quito!
Fueron a buscar unos chapones de 6mm de hierro, los presentaron, los cortaron a medida, y los soldaron sobre el chasis, al que previamente le habían soldado las rajas que tenía. Así que luego de 2 horas de trabajo y unos buenos mates, La Bestia estaba de nuevo lista para seguir Viajando con Teo. Le hicimos su primer herida de viaje, pero la cicatriz que le dejamos es aún más fuerte que su piel original.
En esos días con mis viejos, pasamos horas y horas en el taller de Quito, ayudando, acompañando y viendo cómo progresaba el arreglo.
Uno de los días nos pegamos una escapada al Batea Mahuida. Habían pasado ya varios días desde la nevada y esperábamos poder llegar a la base del cráter. Había un poco de nieve, pero no fue problema. La vista desde allí con todos los cerros nevados era increíble y pude volar el Drone, una deuda pendiente de la visita que habíamos hecho con Ine y Teo.
Pasamos unos días espectaculares con mis viejos, cosechamos hongos de pino y conocimos el paseo de «Las Cinco Lagunas».
Nuevamente nos tocó despedirnos de ellos, nosotros seguiríamos para el Norte Neuquino mientras que ellos volverían para San Martín de los Andes.
Logramos superar esta prueba con éxito. Logramos no amargarnos ante el problema y entendimos que si es un problema tiene solución. Por otro lado, esta situación nos cruzó con gente espectacular a la que nunca hubiéramos conocido y eso es hoy lo más enriquecedor del viaje!