Los secretos de 10 mil años de historia están en el territorio catamarqueño junto a la cordillera de Los Andes, en el norte argentino. Una de las experiencias inolvidables que propone la hermosa Catamarca.
Tan sólo comenzar un viaje desde San Fernando del Valle de Catamarca, la ruta se sumerge entre montañas y quebradas que dibujan los valles plenos de viñedos y olivos.
Un imperdible es unir Tinogasta y Fiambalá por la Ruta Nacional 60, que traza un recorrido por la historia con la Ruta del Adobe. Son pueblos y parajes donde edificios de tres siglos de adobe, dejan percibir las voces de época colonial en cada muro.
La Iglesia de San Pedro y la Comandancia de Armas donde hoy está la Bodega Don Diego, son parte de este recorrido histórico que integra a la Iglesia de Andacollo, la de Anillaco -homónimo del pueblo riojano- , Nuestra Señora del Rosario, la Iglesia más antigua en pie de Catamarca.
También se puede visitar en El Puesto, el Oratorio de La familia Horquera ubicada en la entrada del pueblo donde las fachadas arquitectónicas se mantiene con muros de colores, un almacén ofrece dulzuras regionales y una escultura al viñatero recuerda a la producción estrella: La uva.
El adobe se mantiene también en el centro Cultural de Tinogasta y el hospedaje Boutique Casa Grande, que fue la morada del primer cónsul chileno en la Argentina.
Tierra diaguita e inca, muy cerquita también se pueden ver vestigios de lo que fue “Watingasta”, donde vivieron más de 4000 personas antes de la llegada de los españoles.
Pero también hay secretos en la montaña. De sus entrañas las aguas termales surgen a 78 grados y descienden en catorce piletones de roca natural hasta contar con 25 grados, son las Termas de Fiambalá.
A quince minutos del pueblo, se llega a la Finca Las Retamas donde Carlos Arizu, una de las familias clásicas del vino en la Argentina es el anfitrión para la cosecha de Luna llena cada abril, con el que elabora “plenilunio” un vino biodinámico único.
Un mar de arenas blancas inunda el paisaje cuando se llega a los pueblos de Sajuil y Tatón, donde las dunas alcanzan los 2845 metros en lo alto de la sierra de Zapata. Ideal para los amantes del Samboard y seis veces escenario del Rally Dakar.
Mientras que, tortilla, rosquete, nuez confitada, gaznate, api zapallo, nueces, uvas, olivas y por supuesto, empanadas y humitas, son parte del recorrido de aromas y sabores catamarqueños que se endulza con un universo de frutas en almíbar.
Es curioso visitar y hospedarse en la casa de quien fue presidente de los argentinos en 1930, por ocho meses, Antonio Del Pino, porque mantiene el mobiliario original de una de las primeras construcciones del lugar en 1850.
Si quiere llegar cerca del cielo, rumbo al paso San Francisco que nos une a Chile, en la región de “Los Seismiles” hallará los catorce colores que ofrecen las montañas a su paso hasta llegar a Cortaderas.
El suelo catamarqueño concentra aquí cinco de los seis picos más altos de América y el volcán a mayor altitud, Ojos del Salado y Pissis son parte de esta inmensidad.
Guanacos, ñandúes, vicuñas y hasta flamencos rosados pueden verse en el camino lo m ismo que algún puestero que desde el horizonte se acerca arriando sus cabras, miles.
De regreso, en Tinogasta los museos arqueológicos, los edificios históricos de adobe y hasta la visita para disfrutar del complejo de aguas termales, La Aguadita son parte de su encanto.
Hay un autocamping con cabañas, Los Olivos, donde se reproducen todos los edificios de Tinogasta en adobe y miniatura, especial para familias con niños, tiene un laberinto de cañaveral y una piscina enorme para disfrutar en verano.
El día se apresura, y en la salida del pueblo llega también la historia guemesiana, el Héroe Nacional Gaucho, Martín Miguel de Güemes, porque un lugar teniente tuvo su finca aquí, y sus descendientes hoy reciben al viajero en “La Sala”, como se le llama en el norte a la casa principal de una estancia.
Es en la Capital provincial de San Fernando del Valle de Catamarca, donde un paseo por la plaza 25 de mayo le brindará la mejor vista de la Catedral Basílica Nuestra Señora del Valle Patrona de la ciudad y del Turismo Nacional que atrae a miles de feligreses en las celebraciones católicas y forma parte de la historia con el hallazgo de la imagen que se remonta entre 1618 y 1620 .
Turismo de Fé, arqueología, historia y paisajes infinitos en un territorio por descubrir.