La primer entrega sobre nuestro viaje por el Valle de Catamarca. La que sigue son nuestras primeras sensaciones acerca de la hermosa provincia de lo que sentimos es este viaje tan maravilloso, en nuestro #CaminoAlSol para vivenciar el Inti Raymi 2015. ¿Nos acompañas?
¿Cómo definir a Catamarca? Son muchas provincias en una. Son culturas perdidas y reflotadas. Es humanidad en su máxima expresión. Son olores y sabores de una tierra árida. Fraternidad de hermanos lejanos.
Catamarca es un lugar del que no sabía que esperar. Un lugar al que prejuzgué y que con el paso de los días me enseñó que las etiquetas son solo eso, rótulos que se quedan el exterior, superficiales. Me mostró como estando en contacto con lo esencial, lo simple, lo natural se retoma el contacto con uno mismo. “NO CANCANI” -espero escribirlo bien- nos decía un arquitecto, apasionado por la historia de su tierra, devenido en “orador”, “chamán”, “curaca” -no sabría como describirlo, me siento ignorante- que oficiaba la ceremonia del Inti Raymi, la fiesta del Sol. “No Cancani.” – gritaba mirando a las personas a los ojos- “Yo soy yo. Yo soy único. Soy hermoso. Vivo esta vida aquí y ahora, y la vivo plenamente”.
Mi estadía en Catamarca me «curtió». Y comenzó de la forma más visible y física posible: mis manos se agrietaron, se secaron. Parece tonto pero al ver esto pude interiorizar el efecto que este lugar estaba teniendo en mí. Primero lo vi. Ahí estaba, en mis manos. Después lo sentí: era la vida recorriéndome el cuerpo, el alma.
Tierra de amaneceres y atardeceres de acuarela. Cerros que la bruma y el sil difuminaban a lo lejos. Surcos, grietas, cardones, todos generadores de sombras que daban profundidad al paisaje. Viento fuerte que golpea pero que lleva al iodo una canción de una civilización perdida. Sonidos de la tierra y en la tierra. Como el de un roedor llamado ultutuco que al cavar su madriguera hace ruidos como los de un bombo de cuero, pero para mí y para mis pies, que sentían las vibraciones, eran los latidos del corazón de la Pacha –madre de todo y a quien se agradece pagando tributo-.
Ruta de telares. De hermanas trabajadoras agrupadas para salir adelante. De artistas de la lana. Conservadores de tradiciones ancestrales. Familias enteras dedicadas a una actividad que requiere de experiencia y paciencia. Obras de arte en tela. Oficio sano. Oficio. Luchar contra la adversidad.
El paladar se deleita. Muchas formas de cocinar un solo plato. ¿Cuál es la más sabrosa? Fácil: la que lleve más amor. Pocas veces disfruté tanto de la ceremonia de la comida como en este lugar. Conocí sus procesos, vi las manos encargadas de amasar, moler, triturar, crear. Me abrieron las puertas de sus casas y se brindaron, y al hacerlo me enseñaron no solo como elaborar lo que estaba degustando, si no como re-elaborarse uno como ser humano. La simpleza y la humildad se sentían en cada bocado. Y esa era la receta secreta.
Productos de la tierra, siempre la tierra estaba involucrada. Especias que hacían picar la nariz pero de un modo mágico. Cestos y trabajos a mano realizados con una planta silvestre que solo crecía en aquella zona.
Su gente, su historia, su cultura, su diversidad. Su afecto. De esto no quiero hablar ahora porque es tan bello que es mejor esperar hasta el posteo de mañana : Pachamama Kusilla Kusilla.
Por Santi Maurig
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