Se encuentra en plena zona bancaria. Se llamó “Cobo” hasta el año 1904, cuando se le cambió el nombre a Plaza San Martín en honor al Libertador.
La estatua ecuestre del General es una réplica de la obra de José Daumas que se encuentra en la plaza homónima de Capital Federal.
En esta plaza una placa indica la altura sobre el nivel del mar a que se encuentra la ciudad: 747 metros.
Historia
Juan Francisco Cobo Azcona fue un extranjero progresista, uno de los primeros en obtener carta de ciudadanía y su nombre se le asignó a esta plaza como un homenaje por haber sido introductor y el hombre que plantó el primer álamo en Mendoza. A fines del siglo XVIII Cobo estableció su residencia en Mendoza y ejerció durante mas de veinte años el cargo de notario eclesiástico de la Vicaría Foránea de Cuyo.
Según Damian Hudson «Recuerdos históricos de la Provincia de Cuyo»: «El año 1808 recibía de Cádiz unas pocas estacas de álamo llamado de Italia (Populus fustigata), de la misma familia del negro (Populus nigra) y algunas semillas de otros árboles exóticos que plantó en su quinta para cultivarlas, aficionado como era a esta especialidad de la horticultura. De ahí la prodigiosa multiplicación del primero que ha sido un ramo de riqueza para Mendoza y San Juan, donde no se tenían maderas para construcción, recibiéndolas a muy alto precio de Chile, Paraguay y Tucumán».
Por eso escribió Alfredo R. Bufano: «Señor don Juan Francisco Cobo Azcona/ a vos debemos el tener en este/ suelo feraz y eternamente pródigo/ los ilustres ejércitos del álamo/ con sus erectos conos musicales,/ suaves bajo los cielos luminosos».
El Reloj de la Plaza San Martín
Con el objeto de dar mayor jerarquía a la plaza, la Municipalidad de la Capital, hacia el año 1879, dispuso adquirir un reloj para que prestara servicio al vecindario.
Se hizo necesario construir un basamento en forma de torre para que en planta baja funcionara parte del mecanismo y en lo alto las cuatro esferas combinadas para marcar la hora.
No fue fácil la tarea de levantar la torre porque faltaban técnicos, obreros y dinero, pero durante el primer gobierno de don Elías Villanueva (1878-1881), el ministerio ejercido por don Julián Barraquero superó todas las dificultades y en un acto solemne, ante el reconocimiento y aplauso de los pobladores, se puso en marcha el reloj.
Ahí quedó en funcionamiento el aparato con el que el pueblo llegó a encariñarse al extremo que sin decisión oficial, a la plaza Cobo se empezó a designar «Plaza del Reloj» y así quedó registrado en la tradición mendocina.
El 25 de abril de 1903 la comisión pro-monumento al general San Martín decidió instalar la estatua al prócer en el sitio que ocupaba la torre del reloj en el centro de la plaza Cobo. La torre debía ser demolida y el reloj donado para instalarse en la torre mayor del templo de San Francisco.
El traslado del reloj no fue fácil porque se debía evitar el deterioro al desmontar la máquina. Finalmente se optó por guardarlo en grandes cajones que se depositaron en un apartamento lindero a la parroquia de San Nicolás hacia el este próximo a la calle 9 de Julio.
La reubicación del reloj en la torre mayor del templo de San Francisco hubo de desecharse por cuanto a consecuencia del sismo de gran intensidad, registrado a las 16,35 del 27 de octubre de 1884, que alcanzó caracteres de terremoto en La Rioja y parte de San Juan, la iglesia sufrió graves daños en su estructura, especialmente en los arcos laterales, cúpulas y campanarios.
Así pasaron varios años y no se pensaba en darle una nueva ubicación. Se estudió la posibilidad de traslado a la Casa de Gobierno pero eso constituyó sólo un intento. Al asumir las funciones de director general de Escuelas el profesor Manuel Pacífico Antequeda se preocupó por asignarle emplazamiento definitivo y ponerlo en funcionamiento.
Durante el gobierno escolar del profesor Antequeda, hijo eminente de Mendoza, se procedió a reconstruir el antiguo local que ocupó la escuela Normal para varones «Domingo F. Sarmiento», transformándose en la escuela para señoritas «Patricias Mendocinas» e inagurada el 12 de octubre de 1915, juntamente con la tan célebre como efímera Escuela Normal Agropecuaria e Industrial «Alberdi».
En ese local de calle Gutiérrez y P. Mendocinas se construyó la torre en la que debía colocarse el reloj.
Un sacerdote que se alojó en la parroquia de San Nicolás, con sus amplios conocimientos de mecánica se entregó a la tarea del armado del carillón, para trasladarlo a la torre expresamente levantada sobre la portada principal de la escuela por calle Gutiérrez.
Ahí quedó instalado el reloj histórico, marcando el tiempo para todo su vecindario que, como la primera época, se encariñó con el tañido de sus ocho campanadas, dispuestas de manera tal que una de ellas hacía de música de fondo y las otras recorrían la melodía del pentagrama en un sonoro arpegio.
El reloj dejó de funcionar por algún tiempo debido a desperfectos, pero desde la década del cuarenta y por más de treinta años, el señor Juan Alberto Loyola, que en aquella época tenía hijos que concurrían a la escuela, se entregó al mantenimiento del complicado mecanismo.
Con la demolición del antiguo edificio de la escuela Patricias Mendocinas y la construcción actual, inaugurada el 2 de diciembre de 1983, nuevamente se desmontó la máquina y se demolió la torre que lo cobijaba, Campanas y restos del mecanismo de relojería se exponen ahora en el patio principal del establecimiento educacional, guardando silencio definitivo.
Monumento al General San Martín
El 5 de mayo de 1903 el gobierno de la Provincia solicitó a la empresa del Ferrocarril Trasandino que transportara desde la cordillera de Los Andes granito necesario para el basamento del monumento al general San Martín.
En el mes de julio se iniciaron las tareas en la plaza y el 28 de noviembre se alzó el primer andamio para la erección del monumento. En abril de 1904 comenzaron los trabajos de jardinería en la plaza y la Legislatura otorgó una partida de 15.000 pesos para los festejos inaugurales y se acuñaron monedas recortadorias de oro, plata y bronce
Por Ley Nro. 278 la Provincia dispuso que la inauguración del monumento se realizara el día 5 de junio, declaró feriados los días lunes y martes siguientes a la habilitación del paseo público, y se cambió de nombre a la plaza pasando a llamarse, en lo sucesivo, General San Martín.
La empresa ferroviaria dispuso para el traslado de concurrentes a la inauguración, la conjunción de dos trenes expreso: una partía de Buenos Aires, al que se agregaba un vagón en Villa Mercedes y otro en San Luis, mientras que el otro convoy se fletaba desde San Juan.
El día cuatro de junio llegó un cuerpo de Granaderos a Caballos y se terminó de instalar la pesada cadena de protección al monumento, la que estaba sostenida por columnas que eran caños de cañón y en las que rezaba la siguiente inscripción: «Homenaje del Ejército de la Nación (a continuación y en relieve estaba el escudo argentino). Construido en el Arsenal Principal de Guerra Buenos Aires 1904». De las diez columnas originales quedan actualmente, desde la última remodelación del paseo, seis. Dos de las sacadas lucen ahora en la entrada de la Dirección de Paseos Públicos de la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza, en calle José María Godoy 417 del departamento Las Heras.
La inauguración se realizó el domingo 5 de junio de 1904. La programación se inició a las 6 con disparos de bombas y a las 10 se sirvió un ágape popular en la Alameda. A las 12,30 se trasladó desde la Casa de Gobierno, ubicada en calle Rivadavia entre P. Mendocinas y Mitre, frente a la plaza Independencia, la Bandera del Ejército de los Andes, seguida por un desfile militar y de carruajes.
Ya en el lugar se procedió a descubrir la estatua ecuestre del general San Martín, obra fundida en bronce del escultor José F. García, que representa al «Gran Capitán» con el dedo índice señalando hacia el oeste, en alusión al cruce de la cordillera de los Andes para libertar a Chile y Perú.
Por la noche los festejos continuaron con fuegos artificiales en la flamante plaza San Martín, cine en plaza Independencia y un baile de gala en el club social.
El riego de la plaza San Martín se hacía mediante un ingenioso sistema que consistía en recoger las aguas sobrantes del riego de la plaza Independencia, en la esquina de Patricias Mendocinas y Espejo, y mediante una tubería subterránea hacerlas aflorar en la esquina de Avenida España y Gutiérrez.
En 1925 fue implantado en el paseo público un vástago del pino de San Lorenzo. Este histórico árbol está vinculado al primer hecho de armas que libró en América el Capitán de Los Andes. Ubicado en el huerto del convento de San Lorenzo, en la Ciudad de San Lorenzo (provincia de Santa Fé), fue a su sombra que el prócer redactó el parte de la victoria del combate que iniciaría la larga serie de triunfos con que fue sellando la libertad de los pueblos americanos.
Refiriéndose a este árbol secular dijo Bartolomé Mitre «Para adornar su tumba con la austera simplicidad que lo caracterizaba, bastará cubrir su féretro con la vieja Bandera de Los Andes, mortaja gloriosa en que dormirá el sueño de la inmortalidad, y colocar encima de ella una doble corona formada con los gajos de las palmas de Yapeyú y del pino de San Lorenzo, como emblema de victoria y fortaleza , que recuerde la noble aurora de su vida y de su gloria, en la cuna y en el campo de batalla».
Es el pino de San Lorenzo, sin duda, el más venerado de nuestros árboles históricos, y muchas son las ciudades en que sus retoños avivan el recuerdo de aquella gesta y encienden mas, si ello es posible, el culto al héroe máximo de la nacionalidad. Al pie del implantado en nuestra plaza San Martín, una placa de bronce indica «Vástago del pino histórico de San Lorenzo, octubre 4 de 1925».
Otro detalle importante que se encuentra en la plaza es la placa de bronce colocada en el camino en la esquina de calle Necochea y 9 de Julio y que reza: «D.P.V. 747,65 metros sobre el nivel del mar en Mar del Plata. Mil novecientos cuarenta», dándonos así la altimetría oficial de nuestra ciudad de Mendoza.
En el año 1969, el entonces intendente municipal de la ciudad de Mendoza, vicecomodoro Ricardo Millán, dispuso la remodelación de la plaza San Martín cuyo trazado y decoración eran ya obsoletos para el principal paseo y poco aptos para las numerosas ceremonias que allí se realizaban.
La planificación fue diseñada por un equipo de técnicos municipales encabezados por la arquitecta Graciela Hidalgo de Pagés. Los principios rectores de la remodelación fueron simples: respetar el carácter de la plaza «de paseo» que siempre tuvo en pleno centro bancario de la urbe, sin alternar sus cruces en diagonal; otorgarle el carácter y jerarquía de plaza central de ceremonias, para lo cual se ampliaron las zonas libre en su centro; hacer presente a la vista paños de césped, distribuyéndolos en taludes inclinados y móviles con lo que se logra resaltar su importancia: la inclusión de una gran cantidad de nuevas especies, erradicando las que estaban al fin de su ciclo vegetativo y la incorporación de especies típicas de nuestra zona.
Como recurso plástico llamativo, se diseñaron canteros de ladrillo visto de diferentes alturas y tamaños, aliviándose el exceso de material con plantas colgantes. También un espejo de agua que posibilita la incorporación del riego por aspersión, con un puente peatonal y plantas acuáticas, además de mástiles y un muro ofertorio con intenciones escultóricas.
Todos estos elementos reunidos han determinado para esta plaza una interesante característica; no es una plaza «transparente», es decir que la mirada no la atraviesa en toda su extensión, salvo cuando se mira siguiendo las diagonales, que coinciden con los accesos mas importantes. Levemente desviados de esta ubicación, comienzan a interferir los arbustos, los canteros, los paños en desnivel, creando gladiaciones en que van adquiriendo importancia determinados grupos arbóreos, conformando en su totalidad una especie de cortina que protege el centro abierto de la plaza cívica, del tráfago de la circulación exterior a la misma.
Las veredas perimetrales, si bien funcionalmente pertenecen a la plaza, toman un carácter de circulación un poco ajena a la misma, y definen la frontera en que comienzan los canteros y los juegos de verdes que rodean y que conforman el espacio central. Merced a esto, este centro se independiza visual y acústicamente del ámbito ciudadano, combinando adecuadamente la plaza de ceremonias con su gran superficie abierta y los elementos representativos e históricos, y la plaza para gozar, con sus rincones aptos por la cercanía del verde y la naturaleza, que en algunos puntos envuelvan y protegen.
La plaza remodelada fue habilitada al uso público el 25 de mayo de 1971, sin ceremonia oficial. Ahora ya han quedado en el olvido las polémicas desatadas en su oportunidad por la remodelación de esta plaza motivadas en gran porcentaje por el casi sagrado respeto del pueblo mendocino hacia el árbol. Los ejemplares que cayeron, hoy se encuentran reemplazados con ventaja en número y disposición.
La nueva plaza San Martín ha crecido ante nuestros ojos, concretando en el tiempo las ideas rectoras que estaban implícitas en las ideas originales y en los trabajos primitivos. Bien se dice que la naturaleza jamás se apresura y es solo el tiempo quien hace madurar lo que alguien concibió. Así hoy podemos regalarnos con una plaza que cada vez más nos invita cálidamente a convivir con ella.