Si me hubiesen preguntado hace unos meses cómo es un volcán creo que habría usado mi memoria escolar para recordar aquellas descripciones que hablaban de cráteres y de lavas furiosas. Me habría acordado del Vesuvio y la destrucción de Pompeya, como mucho. O hubiera googleado la palabra volcán para una definición más precisa y, ya de paso, para ver imágenes o vídeos de algunos. Eso habría pasado hace unos meses. Hoy, si me preguntan por volcanes les pongo ojos, pies, emociones y los llamo por su nombre: Antofagasta y Alumbrera.
Los volcanes Antofagasta y Alumbrera son algo así como una pareja de custodios de presencia imponente con los que te tropiezas a las puertas de Antofagasta de la Sierra. Exactamente a 8 km. del pueblo. Con la naturaleza nunca se sabe pero todo parece indicar que ambos están inactivos o, al menos, profundamente dormidos; tanto es así que se pueden ascender como si fueran una montaña cualquiera. Pero no, no lo son.
En tiempos del Holoceno | Viaje por Catamarca
En la puna de Catamarca abundan los volcanes. A un lado y a otro. O se te aparecen a la vuelta de una curva. De todos los tamaños. De colores. Es más, hay un momento en este viaje en el que lo único que pisamos era tierra volcánica: restos de un pasado inimaginable.
Si esta profana en la materia se impresionó al toparse con estos negros guardianes de Antofagasta de la Sierra, no puedo imaginarme que le ocurre a los geólogos. Ellos, los que los miran con esos ojos expertos que los diseccionan como cirujanos cuentan, por ejemplo, que el volcán Antofagasta es un volcán tipo cono de escoria, ubicado a 4.000 m.s.n.m., con depósitos de basalto negro. Dicen también que su formación se produjo en el Holoceno, que fue la última época geológica del periodo Cuaternario. Parece mucho tiempo y lo es, sin embargo, este volcán es uno de los más jóvenes de la puna catamarqueña. Ahí es nada. Si en la puna el paisaje desborda la mirada y resulta inabarcable, no lo es menos un tiempo tan descomunal.
Pucará de la Alumbrera | Viaje por Catamarca
Al lado del volcán Antofagasta está el Alumbrera, otra formación impactante que si bien se asemeja a su par, se distingue por una especie de manchas blancas que denotan el origen de su nombre: el rastro del alumbre. Hay que mirarlos. Los dos. Con calma y a diferentes horas. La magia de estas chimeneas apagadas es la versatilidad que muestran según el sol. Un delicioso ejercicio para reconocer las posibilidades de la luz.
La primera vez que uno se topa tan de cerca con un volcán el impulso es mirar hacia arriba. Nos seducen los cráteres. O nos intimidan. En cualquier caso, cuando uno llega hasta el Antofagasta y el Alumbrera debe bajar la cabeza y mirarles los pies. De verdad. No es una observación menor, al contrario. En la base del volcán Antofagasta se encuentra el Pucará de la Alumbrera, ni más ni menos que los vestigios de una antigua ciudadela Inca que fue construida con las piedras basálticas que escupieron, precisamente, ambos volcanes.
Me aprendí sus nombres en cuanto me los presentaron. Me impresionaron. Los miré de lejos y de cerca para identificarlos, como cuando te encuentras con una pareja de gemelos y juegas a descubrir sus diferencias para no dudar quién es quién. El Antofagasta y el Alumbrera son una parte esencial del paisaje de la puna de Catamarca y casi me atrevo a decir que complementan la identidad de un pueblo. Como para olvidarlos.
Por Henar Riegas
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