Un fantástico lugar para descansar frente a un tranquilo golfo con playas de arena blanca, rodeado de médanos, aguas cristalinas y ballenas al alcance de la mano. Una nueva aventura de la familia que viaja por la Patagonia!
Cuando los galeses llegaron en el velero Mimosa a las costas patagónicas en 1865 y se encontraron con los fabulosos médanos y las tranquilas aguas del Golfo Nuevo, no dudaron en instalar sus vidas a la orilla de esta tierra que años más tarde, los llevaría de excursión hasta las montañas de la Cordillera de los Andes.
El camino de entrada a Puerto Madryn que sale de la ruta 3, se desploma desde la meseta esteparia hacia la costa del mar, en una caída que permite admirar la totalidad del golfo y sus acantilados surcados por médanos de arenas movedizas. Al fondo, la ciudad se abre en una perfecta cuadrícula que abraza las olas de un mar que permanece en calma casi todo el año.
Llama la atención el extenso muelle que se interna casi 1 kilómetro hacia adentro, en donde pueden verse enormes cruceros de 300 metros de largo que atracan en estas aguas profundas. Las playas de arena blanca varían su longitud con los caprichos del mar y de la luna, cuya amplitud de mareas deja al descubierto cientos de metros para caminar con los pies descalzos sintiendo ese hermoso cosquilleo entre los dedos.
Una buena excusa para darse un buen baño relajante bajo la ducha caliente y salir a recorrer la rambla al atardecer en busca de algún barcito de la costa para sentarse a saborear una bebida que te devuelva el alma al cuerpo, sobre todo si es noche de luna llena, porque la verás salir enorme desde el fondo del mar.
A nosotros nos gusta cenar con los locales y aquí tenemos dos lugares. Uno es “La Cantina del Náutico”, en donde recomiendo que se sienten en la mesa que atiende Mario, un mozo cordobés que se arrimó a la Patagonia hace años pero nunca perdió el humor de su tierra. El otro es “La Hélice”, un bodegón en el centro que sólo conocen los lugareños y donde se comen las mejores comidas caseras de la zona.
A la mañana siguiente, hay que ir a ver la salida del sol desde los acantilados que rodean casi todo el golfo. La experiencia mejora con unos mates bien calientes sintiendo la brisa fresca del mar mientras las gaviotas sobrevuelan bajito sobre tu cabeza. De allí a jugar como niños en los grandes médanos vírgenes, que la noche se encargó de limpiar de pisadas ajenas a esta fina arena. Corriendo barranca abajo, rodando o lanzando puñados al aire para vuele con el viento, la diversión está asegurada.
Como broche de oro hay que moverse al otro lado de la ciudad. A unos pocos kilómetros se encuentra “El Doradillo”, una playa de cantos rodados en donde las profundidades del mar llegan casi hasta la costa. Allí, en la pleamar, las ballenas se arriman a tener su celo, revolcarse en las piedras del fondo, soplar bocanadas de aire húmedo hacia el cielo y asomar sus colas al viento, para dejarse llevar en un paseo sublime por las aguas del Golfo Nuevo.
Lugar: Puerto Madryn | Chubut | Patagonia Argentina.
Coordenadas: -42.7663, -65.0442 | 42°45’58.7″S 65°02’39.1″W
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