La Patagonia se abre hacia los cuatro puntos cardinales. Tiene todo lo que hay que tener, todos los climas, la calidez de su gente y esa mística que aún perdura en el siglo XXI. Festejamos con ustedes las primeras 100 notas de nuestros amigos de Libros de viaje.
Hemos viajado por la Patagonia durante más de 30 años y no dejamos de sorprendernos. Cada viaje es una nueva aventura. Hay muchos sitios que aún quedan por conocer, sumando amigos en cada rincón en donde nos detenemos. Su territorio es tan vasto como su diversidad y cuanto más andamos sus caminos, mayor es nuestra convicción de que es inagotable.
Esta tierra no tiene límites, aunque el mar y las montañas fijen su territorio. Prueba de ello es que el sol sale por un lado y se oculta por el otro sin más obstáculos que la inmensidad misma. Deambula por la estepa aparentemente sin rumbo hasta hallar el camino de sus sueños. Cuando lo encuentra, se acomoda en la cima de algún cerro para pintar el cielo con una paleta de colores que desafía al arco iris.
Las nubes vuelan con la libertad que les brinda el aire puro empujadas por el viento. Se entretienen dibujando formas en el suelo o regando con su lluvia sagrada los campos colmados de naturaleza. Cuando algunos cerros pretenciosos se elevan más de la cuenta, les pintan la cima con sus nieves eternas.
Aquí las cuatros estaciones están tan marcadas que cada lugar tiene su momento especial. El mar propone playas de arenas blancas y aguas templadas en los golfos, ideales para disfrutar de un cálido verano. Sus acantilados son puntos de observación para los curiosos y las costas de canto rodado hacen cosquillas en los pies descalzos.
El otoño genera una transformación en el bosque única por su colorido. Los verdes de los árboles comienzan a teñirse en abanico a medida que avanzan los fríos desde el polo. Del amarillo al ocre, pasando por naranjas y violáceos, las hojas se desprenden para volar por los aires con el paso de cada auto. El suelo se cubre de un manto tan colorido que parece reflejar los últimos rayos del sol en el firmamento.
Los días se acortan y la nieve no se hace esperar. De pronto los colores se diluyen para dar lugar a una claridad brillante durante el día y la noche. Miles de copos se depositan en el suelo silenciosamente. Es momento de jugar con la volatilidad de los elementos. Deslizarse montaña abajo, armar muñecos de nieve o involucrarse en una guerra de bolas que estallan al más mínimo contacto, es garantía de vivir la vida a carcajadas.
Pronto llegará la primavera y el sol llenará los ríos de agua cristalina. El deshielo esculpe formas en las montañas, las plantas y animales despiertan de su extenso letargo. Las flores atraen insectos, los animales se dejan ver en el bosque y las truchas festejan sus capturas con enormes saltos fuera del agua. Todo vuelve a empezar en la Patagonia. Desde el mar a la montaña pasando por la estepa, la vida en esta tierra es tan intensa como sus propios habitantes.
Por Ezequiel Lopez (www.librosdeviaje.com.ar)
Lugar: Patagonia Argentina.
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