Los copos de nieve ya flotan en el aire y el cerro Catedral empareja sus contornos para dar forma a las pistas de esquí que ponen de manifiesto un juego de niños para adultos atrevidos. Sumergite con Libros de viaje en una nueva aventura!
El frío arrecia en la montaña. La temperatura cayo por debajo de cero grados y la nieve acumulada alcanza el metro de altura. Las ráfagas de viento levantan bocanadas de polvo en la cumbre y las nubes se empecinan en ocultar el sol de la mañana.
Un chocolate caliente devuelve algo de energía al cuerpo vestido con más ropa de la que podría acumular una valija de viaje. A la primera capa térmica le sigue un polar, algún sweater sin mangas y una abultada campera impermeable. Debajo de los anchos pantalones, las botas rígidas de esquí protegen los tobillos incomodando el paso hasta la aerosilla.
Cubriendo la cabeza, un divertido gorrito de lanas de viaje se sostiene frente al viento ajustado por las antiparras. Los gruesos guantes de gore-tex sólo permiten sujetar unos bastones tan largos como la mitad de tu cuerpo. Y como si todo esto no fuera suficiente, te parás sobre unas tablas frente a una silla de metal sin almohadones, para volar a la intemperie durante varios minutos.
Pero la vista desde arriba es impresionante y a medida que vas trepando la montaña, el silencio gana la contienda y se instala en el aire. Una liebre se deja ver en un claro del bosque antes de sobrevolar el arroyo a la altura de la copa de los árboles. Mirás a tus ocasionales compañeros de viaje y la imagen te hace pensar si no sería más conveniente pasearse en sunga por una playa brasileña, aunque pronto te das cuenta de que esta aventura es mucho más divertida que aquella.
Una multitud te recibe al salir de la aerosilla. Son otros esquiadores que se preparan para hacer una bajada. La altura estrega las mejores vistas del lago Nahuel Huapi, los refugios y los cerros circundantes. La cumbre se abre con todo su esplendor e invita a lanzarse. Acomodás tus antiparras, ajustás los guantes y todo aquello que te incomodaba queda atrás cuando el viento en la cara te hace sentir la velocidad al deslizarte serpenteando la ladera desnuda de la montaña.
Entonces el cuerpo se acomoda y acompaña cada movimiento como si fuera un baile. Se acuesta hacia la izquierda desafiando las leyes de la gravedad pero la física hace lo suyo y la velocidad impide que te caigas, generando una fuerza G que estalla con cosquillas en la panza. Como un péndulo en el aire, te incorporás y te inclinás hacia el otro lado conmocionando la superficie de la nieve que vuela en todas direcciones. La sensación de libertad se instala y en ese mágico instante tocás el cielo con las manos.
Fuente y más info: librosdeviaje.com.ar