Cuando llegamos a La Leona sentimos un escalofrío en todo el cuerpo. En un principio, pensamos que era el frío de la mañana, pero enseguida nos dimos cuenta de que estábamos parados en el mismo lugar en donde los bandoleros norteamericanos Butch Cassidy, Sundance Kid y Ethel Place habían desmontado luego de asaltar el Banco de Londres y Tarapacá de Río Gallegos en 1905.
Las huellas de sus botas ya eran historia pero el lugar no ha cambiado mucho desde aquella época. Sus techos de chapa roja todavía ostentan el nombre pintado con grandes letras blancas y sus paredes de madera se conservan en perfecto estado. Un poste clavado junto a la puerta anuncia la distancia a las once ciudades de mayor renombre del mundo. En el interior, una pava humeante sobre la salamandra invita a tomarse unos mates antes de acomodarse sobre el viejo mostrador de madera a probar las especialidades de la casa.
Las paredes sostienen cuadros con fotos de personajes ilustres y papeles de época, una vieja piel de zorro, un juego del anillo consistente en un gancho en el que se debe embocar una argolla que cuelga del techo y varios estantes con piezas de colección, desde una botella de ginebra de arcilla a tijeras para esquilar y lámparas a kerosene.
Nos sentamos junto a la ventana que espía al río La Leona y nos entra una sensación de vértigo. Suponemos que estamos ocupando el lugar de Lionel Terray o de Guido Magnone, los montañistas franceses que utilizaron a este parador como base de operaciones para vencer al monte Fitz Roy en el año 1952, mientras que en la mesa de al lado, todavía resuena la cuerda del escalador italiano Casimiro Ferrari momentos antes de lograr su hazaña de hacer cumbre en el cerro Torre.
Cuántos nombres legendarios y cuánta historia guarda este boliche al borde de la Ruta 40, a mitad de camino entre El Calafate y el joven pueblo de El Chaltén junto al río La Leona, bautizado por el Perito Moreno cuando salvó su vida de milagro frente al ataque de un puma hembra que se le abalanzó mientras tomaba agua de la orilla confundiendo su abrigo de guanaco con uno de estos animales.
Este legendario lugar nació para dar alojamiento a los pobladores que demoraban varios días en cruzar sus piños de ovejas en la balsa anterior al actual puente. Con el tiempo y las necesidades se fue ampliando a pulpería y boliche de campo para guardar entre sus paredes, infinidad de anécdotas, amigos y personajes de estas tierras.
Si andás por la zona, te recomendamos que detengas tu marcha para almorzar en La Leona y vivir de primera mano, todas las aventuras de éstos y otros grandes pioneros patagónicos.
Fuente y más info: librosdeviaje.com.ar y hoteldecampolaleona.com.ar
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