La cuarta entrega sobre nuestro viaje al Inti Raymi en Catamarca. Hoy te cotamos todo acerca de la fiesta del sol, una herencia incaica, un mito que revive el rito sagrado de los pueblos originarios. Acompañanos en nuestro #CaminoAlSol2015!
Pachamama Cusiya Cusiya: Madre Tierra no me desampares. Ese es el pedido de su gente. Ellos buscan protección, que los resguarden, que los amen. Es esperanza. Todo en los Valles Calchaquíes es esperanza, y es un lindo sentimiento. La fe, la creencia en algo que está por venir.
El catolicismo y el evangelismo son las religiones más fuertes en la región. Pero también están quienes, que respetando estos credos, buscan promover toda esa forma de pensar y de sentir que una vez reinó el norte. Y dos personas (o “personajes”) que conocí en este viaje son el ejemplo de eso. Uno es Fernando Morales Morales (arqueólogo y guía) y otro es el gran Luis Maturano (arquitecto). Ambos predican la enseñanza de esta cultura perdida y lo hacen con tal pasión que de entre las montañas uno alcanza a ver las sombras de los antiguos pobladores, se perciben sus almas.
Estos dos hombres son parte de un grupo de persona que encontró una forma de devolverle al pueblo parte de su cultura desaparecida. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que a través de una celebración? Las fiestas son moneda corriente en el norte. Herencia incaica/originaria de comunión, de hermandad. Y el Inti Raymi es un fiel reflejo de esto. Es la fiesta del sol. Una forma de resistencia, una forma de demostrar que lo antiguo puede convivir con lo moderno. Es parte de esa dualidad que abordaban los aborígenes: dar y recibir, sol y luna. Es un principio de reciprocidad. Es el nacimiento del sol joven -el Churi Inti- que va creciendo desde el solsticio de invierno hasta el de verano -que es cuando llega a la adultez-.
Mirando hacia los Cerros Calchaquíes recibimos, con ojos entre cerrados, los brazos abiertos y el alma dispuesta, al nuevo sol. Era como si un hilo de luz se conectara desde los cerros al corazón. Era una comunión.
La experiencia fue transformadora: Y como este relato tiene que ser sintético les propongo que viajen y que lo vivan. Que sientan todas esas cosas hermosas. Eso sí, vayan con ganas de cambiar, de recibir algo nuevo.
La celebración del Inti Raymi en Santa María cierra con broche de oro: una representación del ritual incaico. A través de la danza jóvenes (chicos y chicas) de distintas escuelas de la región cuentan una historia perdida en el tiempo. Coreografías magníficas, gritos de guerra, fuego, PASIÓN. Daba gusto ver como estos niños y niñas elegían participar voluntariamente para transmitir su cultura. Algunos, ya no tan jóvenes, formaron parte de esto una vez y ya nunca más se fueron.
Dispuestos en un gran semicírculo de gradas de piedra a la intemperie y por más de dos horas nosotros, el público, observábamos y escuchábamos. Éramos parte. Un espectáculo que se toma su tiempo pero que no aburre. El nuevo sol, el Churi Inti, observaba desde lo alto y nos mostraba toda la inmensidad de los Valles que envolvían la ceremonia.
El arquitecto Maturano era quien conducía esta celebración. Su voz pesada y clara se hacía entender y retumbaba en lo más profundo de mí ser. Fernando Morales Morales se encargó de contextualizar el evento. Era el encargado de corroborar que todo sea lo más fiel posible a la que ocurrió hace ya centenares de años. Estos son solo dos de los tantos involucrados en algo que busca transformar a esta zona, darle identidad. Emociona ver como ahora son los jóvenes los que buscan conta
rles a sus padres esas historias que los hacen ser quienes son: LOS HIJOS DEL SOL.
Por Santi Maurig
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