El Mercado de las Pulgas esta emplazado hoy en su ubicación original, Álvarez Thomas y Dorrego, el solar nació como un mercado concentrador de frutas que funcionó hasta 1984, que luego dio paso a un mercado informal de productos usados, reinaugurado formalmente en 1988. En la actualidad compone el mayor conglomerado de locales de antigüedades y un «must» para los turistas de la ciudad de Buenos Aires.
Por cualquiera de sus seis accesos se percibe en el multicolor ambiente el olor a madera que emana de las decenas de muebles en etapa de restauración o, simplemente, de los que, ya listos, esperan ganarse un lugar en la habitación de una nueva casa.
Dividido en cinco sectores diferenciados por colores (verde, ocre, violeta, celeste y naranja), más de 160 puestos exhiben una variedad de mercaderías que pueden considerarse, por momentos, extenuantes a la vista.
Según explicó Miguel Di Serio, propietario del puesto Lo De Ñaupa» (local 117), un polirrubro con predominancia de oferta de cartelería y grabados, el término «mercado de pulgas» viene del francés, marché au puces, y lo adjudica no tanto a los insectos que pudieran estar contenidos en el mobiliario, sino más bien al movimiento de oferentes y ofertantes que concurren a ese tipo de centro de compra y venta.
A la hora de definirlo, Di Serio no se privó de elogios y lo consideró como «uno de los más completos del mundo«, inclusive por encima del de París o el Porta Portese de Roma, basando su criterio en que «éste es un mercado dentro de un espacio cerrado, que trabaja durante seis días a la semana, con lugares para la actividad cultural, con una escuela de artes y oficios y una biblioteca«, aunque aclaró que actualmente la escuela y la biblioteca están cerrados pero tendrán «una pronta activación«.
Quizá la definición más acertada de lo que es el mercado, la dio Pablo, el propietario del puesto 126, cuando refirió su actividad como «tener de todo un poco y nada en especial«, concepto que define cabalmente el espíritu del edificio.
La mayoría de los puestos pueden considerarse como locales equipados y con infinidad de ofertas; luces, arañas, sifones, carteles de todo tipo, teléfonos, cerámicas, porcelanas, valijas de cuero y muchas más cosas se apilan y se exhiben bajo el enorme tinglado que contiene y da forma al mercado.
A simple vista, la sucesión de locales parece una desordenada colección de los más variados artículos; afinando el sentido, el paseante descubrirá desde monedas antiguas (10 por 10 pesos), hasta dos imponentes estatuas de samurais representando un acto de perpetua lucha desde el bronce que los forma.
«El mercado mejoró con el valor agregado de la reparación de muebles«, indicó Pablo Sala, un restaurador de antigüedades que ofrece sus productos en La Cueva de SyS (local 109), mientras preparaba un fastuoso sillón que mutaría su color del blanco al marrón «siguiendo la tendencia actual».
Respecto al público visitante, Sala manifestó que el volumen de turistas que recorren el lugar «disminuyó hace un tiempo«, aunque reconoció que suele vérselos en los fines de semana largos recorriendo las instalaciones; respecto al origen de dichos viajeros, no dudó en identificarlos como «provenientes del interior del país«, con escasa afluencia de turistas extranjeros.
Otra de las actividades ejercidas regularmente por los puesteros es el alquiler de muebles y otros elementos a productoras de cine y televisión que necesitan ambientación para sus producciones de época. «Muchos de los muebles que se ven en la televisión son de acá», dijo Sala.
Por los pasillos del mercado suele verse a Tony Valiente, ataviado con su sombrero plagado de colgantes metálicos; uno de los puesteros fundacionales y autocalificado como «creador de arte kitsch», ofrece sus productos desde hace 25 años siempre en el mismo puesto (el 3) bajo la consigna «Abrimos cuando llegamos y cerramos cuando nos vamos».
Este cordobés «aporteñado» por los años dice que «la fama es puro cuento», a pesar de haber tenido «más de 20 notas en televisión» y haber sido entrevistado por Roberto Pettinato, Anabela Ascar, Lalo Mir y Canela, entre otros.
Valiente reconoce, con un cierto dejo de melancolía, el principal origen del mobiliario que se ofrece en todo el mercado: «vienen las familias a vender lo que han dejado sus parientes fallecidos, muebles de la década del 40 o anteriores, que estuvieron mucho tiempo guardados en depósitos o bauleras».
El Mercado de Las Pulgas, además de su mercancía, permite a los visitantes interactuar con estos artesanos y restauradores, quienes amigablemente tendrán alguna historia o alguna anécdota para contar sobre sus muebles, el mismo mercado y sus alrededores.
Este paseo, apto y recomendado para ser visitado en familia, abre sus puertas de martes a domingos de 9 a 19; y en los alrededores hay numerosos locales gastronómicos que hacen posible recorrerlo durante toda la jornada, apelando entremedio a un buen tentempié o a un suculento almuerzo.
fuente y más info : telam.com.ar