El Tren Patagónico inicia su viaje en Viedma, junto al mar, aunque solía venir desde Buenos Aires. Pero el cierre parcial del ramal hizo que sólo quedara un tramo en funcionamiento y es precisamente el incomparable cruce de la estepa patagónica en busca de la Cordillera de los Andes.
En el lugar hay una pequeña construcción de piedra con pisos de madera y techos de chapa verde que da refugio a los ocasionales visitantes. Las vías se estacionan a su lado invitando a estirar las piernas.
Más allá se ve un tanque de agua para abastecer a las ocasionales locomotoras a vapor de antaño, una casilla con las bombas y a lo lejos la columna de señales que dan paso al tren cuando la vía vuelve a ser de una sola mano.
Si uno llega en otoño, nos recibirá una lluvia de hojas doradas que desprenden los álamos, cortinas naturales que crecen detrás de las construcciones. Protegen y dan refugio a cientos de pájaros curiosos que revolotean el aire frío en busca de algún bocado descuidado por los extraños.
El silbato de la máquina llama a los pasajeros a abordar el tren y seguir viaje hacia Bariloche. El Nahuel Huapi los espera luego de un descenso vertiginoso serpenteando las primeras montañas de la Cordillera. La estación siente el último traqueteo del tren y vuelve a quedar en silencio. Poco a poco aparecen otra vez el silbido del viento y el balar de las ovejas. Los gorriones revolotean inquietos en busca de migajas y un chimango se posa en el último aliento del techo de chapa, desde donde domina la vista de todo su territorio.
La tarde se desvanece en brillantes colores hacia el oeste. La paz se instala a orillas de la vía para acurrucarse entre las maderas del piso y hacerlas crujir durante la noche. Poco a poco todo se va apagando y el sueño profundo de un cielo estrellado se instala una vez más en la estepa patagónica.
Lugar: Perito Moreno, Río Negro, Patagonia Argentina.
Coordenadas: -41.0614,-71.0121
Fuente y más info: librosdeviaje.com.ar