Libros de viaje en el Paso Garibaldi

Antes de llegar a Ushuaia, se debe sortear el Paso Garibaldi, el último suspiro de la Cordillera de los Andes en busca de las nubes bajas que se desprenden del Canal Beagle. Es el paso carretero cordillerano más austral del mundo, como casi todas las cosas en este confín de la tierra. Una nueva aventura de la familia que viaja por la Patagonia!

Cuando nos despertamos en la hostería de Tolhuin, un pueblito al borde del lago Fagnano, la noche nos había preparado un regalo muy especial. Apenas nos asomamos por la ventana, vimos todo el paisaje nevado, algo que estábamos esperando con ansias. Después del desayuno, nos vestimos con toda la ropa de esquí y salimos a la naturaleza a disfrutar de la humedad fresca del bosque. La indumentaria impermeable permite tirarse sobre la nieve si siquiera sentir un atisbo de frío en el cuerpo.

La nieve también cubría los bordes de la ruta y a medida que avanzábamos hacia el Paso Garibaldi, se acumulaba en mayores cantidades sobre la montaña. Avanzamos fascinados por el paisaje y por la conducción en condiciones extremas que llegaban en algunos casos a ocultar la demarcación del camino. Algunos kilómetros más adelante nos detuvimos junto a varios camioneros que colocaban cadenas a las ruedas de sus vehículos. Era nuestro momento de diversión. Pero poco sabíamos de cómo hacerlo ya que era nuestra primera experiencia de este tipo en la nieve, pero de alguna forma lograríamos solucionarlo.

Afuera comenzaba a nevar y el ambiente se cubrió de un gris opaco que escondía las formas más lejanas. Sin embargo, el blanco de la nieve emanaba una luz brillante que encendía los contornos del bosque a nuestro lado. Nos abrigamos y comenzamos la tarea. La primera rueda se puso difícil. La cadena no lograba cubrir el diámetro completo del neumático y hubo que trabajar a destajo para poder colocar los cerrojos. Pero aprendimos a prisa y pronto estábamos listos para seguir el viaje.

Manejar con cadenas sobre el hielo es toda una aventura. A medida que trepábamos la montaña ganando altura hacia el Paso Garibaldi, la nieve lo iba cubriéndolo todo. Sólo quedaban las huellas de los camiones que habían salido delante de nosotros y algunos mojones al costado del camino que sobresalían estoicos desafiando a la tormenta. Los copos se depositaban sobre la camioneta en un silencio fantástico interrumpido por el traqueteo de las cadenas sobre el asfalto.

En un momento, el altímetro dejó de trepar indicando que habíamos coronado la cumbre, al menos la de nuestro camino, anunciado a su vez por un cartel que revelaba que estábamos a punto de cruzar el Paso Garibaldi. Nos detuvimos a contemplar un paisaje fantástico cubierto de nieve fresca. Los árboles dejaban caer los excesos en una lluvia de polvo blanco que se volatilizaba en el aire. En el cielo, un cóndor flotaba con sus alas extendidas, curioso por aquellos visitantes que admiraban su hábitat.