Libros de viaje: Canopy en la Patagonia

El placer de volar entre los árboles como lo hacen los pájaros, colgados de una línea de acero a varios metros sobre el mullido suelo del bosque patagónico. Una nueva aventura de Libros de Viaje, la familia que viaja por la Patagonia!
 

Llegamos en un vuelo directo a la ciudad de Neuquén y desde allí, en un auto alquilado, nos fuimos por el camino de Zapala hacia San Martín de los Andes. Teníamos 4 días libres y no lo dudamos; con mi hijo Tomás, nos fuimos a la Patagonia a “volar” en Canopy.

Llegamos después del mediodía con los árboles desprendiendo sus hojas amarillas de otoño como si nos tiraran papelitos desde el cielo. Parecía una entrada triunfal, pero todavía nos faltaba la aventura. El primer destino fijado fue la Secretaría de Turismo para conseguir los datos de las empresas que estuvieran ofreciendo este deporte. Nos agendamos para volar al día siguiente.

El canopy es un deporte relativamente nuevo en el cual literalmente se vuela con una roldana colgado de un cable de acero que va de un árbol a otro. En este caso eran 12 estaciones con distintas longitudes, inclinaciones y velocidades. Trepamos por un camino de montaña hasta la base del cerro en donde nos recibieron en una cabaña en la cima de una roca. En ronda de mate, nos explicaron los detalles de seguridad y cómo sería la experiencia.

La ansiedad nos desbordaba. Tomamos nuestros arneses, los ajustamos al cuerpo y salimos a trepar a pie la montaña. Los pasos apurados nos agitaban pero no lograban detener nuestra carrera. Por fin llegamos a la primera base, una pequeña escalera de madera sobre un árbol. Era el momento indicado. Tomás fue el primero en experimentarlo. Amarrado a la cuerda de seguridad dio rienda suelta a su locura y se largó a “volar” por los aires del bosque patagónico. Un sonido seco se fue perdiendo a medida que ganaba distancia. Llegaba mi turno. Me colgué del mismo modo y la adrenalina se disparó por todo el cuerpo, al igual que la velocidad de la roldana girando sobre el cable.

Nos reunimos en la base a los abrazos y felices por este primer intento. Quedaban más. Volamos de árbol en árbol como si fuéramos un cóndor y sintiendo la libertad de arrojarnos al vacío amparados tan sólo por una cuerda. Llegaba el tramo más difícil. El más largo y empinado. Ganaríamos mucha velocidad pero allí apareció un secreto; había una forma de regularlo. Tomás fue el primero y se perdió de vista dentro del bosque. El sonido de su roldana se apagó y quedamos en silencio. Sólo los pájaros cantaban. En un momento llegó un silbido diferente. Era la señal de que todo estaba bien y también mi momento de gloria. Me tomé del cable y dejé que se deslizará bajo mi guante. El viento voló sobre mi cara mientras yo atravesaba el bosque a toda velocidad en busca de la plataforma. Fue un momento sublime, único, majestuoso.

Esa noche cenamos un cordero para festejar nuestras aventuras. Estábamos con mucho apetito y nos queríamos ir a dormir temprano. A la 1 de la mañana partimos rumbo a Neuquén. Teníamos vuelo a las 6 de la mañana intencionalmente tomado para disfrutar de los ciervos que se ven en los cerros circulando de noche, cuando las luces altas del auto iluminan sus ojos rojos. Y esa vez la Patagonia nos regaló cientos de miradas titilantes a nuestro paso.

Lugar: San Martín de los Andes | Neuquén | Patagonia Argentina.

Coordenadas: -40.1576, -71.3529

Fuente y más info: librosdeviaje.com.ar

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