«Si hay sol disfrútelo. Si llueve, hay viento o nieva… RECUERDE que esto es el Fin del Mundo«. Este cartel en una de las paredes del restaurant de Las Cotorras, a unos pocos kilómetros de la ciudad de Ushuaia, daba cuenta del lugar a donde habíamos llegado luego de recorrer más de mil kilómetros desde el pueblo El Calafate. Aventurate a una nueva bitácora de la familia que viaja por la Patagonia, hoy en Ushuaia | Libros de Viaje |….
Una tormenta de viento y lluvia se desataba sobre nosotros desde hacía varios días y nos tomábamos un respiro dándonos el lujo de almorzar un riquísimo cordero al asador con ensaladas de todo tipo. Una hora más tarde, satisfechos por el bocado, salimos al exterior para encontrarnos con un sol radiante, el cielo de un azul intenso y una rueda pinchada en nuestro auto alquilado, la primera en muchos miles de kilómetros de ripio.
Una variedad de ladridos acompañaron rítmicamente el cambio de la cubierta. Eran los perros que tiran de los trineos en Tierra Mayor, un valle que se llena de nieve en invierno y que ahora, en la cima del verano, está surcado por las huellas que dejan los carros con ruedas que arrastran los tiros de perros. Hacia allá nos dirigimos para dar un vertiginoso paseo con los Siberian Huskies del Gato Curuchet, un experimentado entrenador y corredor que se instaló aquí hace más de 30 años.
Seguimos viaje hacia la ciudad de Ushuaia con un viento de cola que nos empujaba a través de las curvas del camino, que va colándose entre los intersticios de las montañas hasta desembocar en el agitado Canal de Beagle. La ciudad nos recibió espléndida, algo fresca pero con un paseo por sus calles con sus casas de chapa coloridas, los negocios de artículos patagónicos y sabrosos chocolates que fueron una tentación para completar el postre.
En un breve paso por la despensa, completamos nuestra caja de comida para seguir viaje hacia bahía Lapataia en el Parque Nacional Tierra del Fuego, allí donde se acaba la ruta 3 y lo que sigue son un puñado de islas inmersas en un mar encrespado a la puerta de la Antártida.
Al atardecer armamos la carpa junto a un árbol a la orilla del lago Roca. En enero, el sol se queda despierto hasta altas horas de la noche y cenamos poco antes de cerrar el día, con sus rayos iluminando las laderas de las montañas, bañadas de una fina garúa que formaba un arcoíris de colores tan intensos que opacaban al mismísimo astro rey.
Y para sorprendernos aún más, cientos de conejos deambulaban libremente y sin tapujos entre las carpas, manteniendo un jardín de césped exquisito y robando su cena a los más desprevenidos.
Lugar: Ushuaia / Tierra del Fuego / Patagonia Argentina.
Coordenadas: -54.800; -68.303